Detesto el esnobismo de la moda.
En la más tierna infancia, cuando soñaba con vestir princesas y me hacía trajecitos con cortinas y sábanas, veía los desfiles en televisión o en las revistas y me preguntaba constantemente a que extravagante y mágico planeta enviaban los diseñadores sus estrafalarios disfraces. Observaba los tocados y el maquillaje de las modelos, las ambientaciones de los desfiles y los vestidos con miriñaques espaciales o leotardos iridiscentes, los tacones monumentales y las largas telas drapeadas chorreando por toda la pasarela. No creía en la existencia de seres humanos que vistieran tales ropajes y las usaran para ir a una fiesta de garaje o a comprar las arepas en la tienda del barrio.
Poco ha cambiado desde esa época, ahora mis nociones son más informadas, pero se mantiene una inocente sensación de la desconexión mental del diseño con este planeta y sus sencillos habitantes. A menudo me he encontrado con colegas que se rehúsan a entender que aquí en Medejean, un miriñaque de púas no se vende, igual que una gorguera barroca en encaje de colores o una camiseta transparente con huecos para las tetas. –“Uuuuuy loco, que conceptual es tu concepto!”- tal vez, y tal vez el concepto es una exploración interesante de la influencia de Alexander McQueen en la indumentaria monárquica del barroco o algo menos descabellado, pero esa mentalidad “conceptual” se aleja de las verdaderas intenciones del diseño y comienza a aproximarse al arte como una excusa y escudo del monstruo de la creación Comercial.
Todos los diseñadores no pueden ser comerciales, estoy de acuerdo, pero igualmente no pueden ser todos intentos de Gaultier o Chalayan. En esta ciudad existe un marcado contraste entre los diseñadores que solo quieren ser técnicos y copistas de ropitas traídas de la USA y los que creen que merecen abrir el New York Fashion Week porque son “artistas del diseño”.
Tiene que existir un equilibrio entre el compromiso con la innovación, la sensibilidad estética y la coherencia con la ciudad y el mundo en el que vivimos. Las 24 señoras estiradas en el mundo que compran el miriñaque de púas y se lo ponen para visitarse con las amigas ya tienen suficientes “visionarios” encima vendiéndoles “arte”. Irónicamente, hoy en día, ser diseñador super conceptual y “diferente” es trillado y poco original.
Esta mentalidad hace parte del esnobismo del diseño que nos aleja del hombre común. Tal vez los que no viven del diseño creen que elaborar un vestido de boleros en satín con corsé de vinilo y encaje inspirado en el “fetichismo post urbano de la nueva era” sea una tarea increible, pero entre nosotros no podemos engañarnos, sabemos que no es tan difícil. Sabemos que es más espinoso intentar convertir ese mismo concepto en una prenda comercial. Que quien la vea no se impresione por ese bonito disfraz de carnaval de Barranquilla, sino que piense :"Deseo usar esta prenda con todas las fuerzas de mi ser”.
Pero seguimos diseñando para diseñadores, para gente “superconceptual” y básicamente para satisfacer el propio ego. Cerramos nosotros mismos las conexiones con el mundo de afuera y luego nos ofende la ignorancia del populacho que no entiende los profundos referentes de Galliano o nos indignamos cuando alguien cree que los diseñadores soñamos con disfrazar reinas de belleza en trajes de guacamayas y banderas en lentejuela.
Ese esnobismo es insoportable y peligroso porque nos aleja de las que deberían ser las motivaciones actuales de un diseñador: la sostenibilidad, la ecología, la relación transparente con el cliente, la calidad y la innovación en un mercado saturado. También es detestable porque genera la falsa idea de que arte y diseño son lo mismo cuando en realidad los intereses comerciales y funcionales del diseño, la aplicación de una metodología de trabajo y la búsqueda de satisfacción práctica de una necesidad del usuario nos distancian del arte (por lo menos a los diseñadores serios).
Es posible tocar el mundo del arte ocasionalmente, pero es preocupante que sea la finalidad de la mayoría de los diseñadores jóvenes y que su excusa para no adaptarse a las verdaderas necesidad del mercado actual en Colombia sea “es que eso es un pueblo, loco, o sea, esta gentucha no esta lista para lo que yo estoy intentando proponer”.
Yo pienso que Medejean está listo para los profesionales serios, interesados en el progreso estético y conceptual a la par del progreso de integración cultural, de calidad y de fortalecimiento empresarial. Y si como diseñador, usted no considera que entenderemos su visión totalmente novedosa y ajena a todo lo existente, si cree que este pueblo es demasiado pequeño para las propuestas que las musas le hicieron florecer en la cabeza, si le parece que como “creativo” le va mejor trabajando en Europa, váyase, porque usted no esta listo para Medejean.
Dos elementos que contribuyen a probar mi punto sobre como la moda y el mundo real parecen distantes:
POORLYDRESSED.com > muestra los Fashion Faux Pas más extraños del mundo. Personas haciendo street vision no de lo más cool, sino de lo mas horripilante usado por los carentes de estilo o razón. Pero además, frecuentemente exhibe trajes recién salidos de la pasarela, considerados por los miembros de la página como extraños y estúpidos.
Mi segundo ejemplo, más interesante aun fue el hallazgo de esto:
Este loco concepto super conceptual es de Patric Mohr en su colección Otoño Invierno 2010 en el Mercedes-Benz Fashion Week Berlin.
Y luego nos preguntamos porque la gente "común" no entiende la moda.
Carnaval de Barranquilla 2014, estará mejor que nunca, cada año con una mejor organización y mejores presentaciones y quien lo vive es quien lo goza
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