Les comparto mi reciente entrega para la publicación De la Urbe, sobre la aventura de la ropa de segunda.
El amor por la ropa de segunda es también un amor por la
aventura. Mis primeras visitas a tiendas de segunda mano se dieron en los
pasajes exteriores de la Plaza Minorista en Medellín. Los vendedores ofrecen
desde jeans y camisetas hasta ropa de trabajo usada y trajes de primera
comunión en sus pequeños locales. “La basura de unos es tesoro de otros”
acierta la frase.
En los pasillos de la Minorista hay un local llamado “Las
Orquídeas”. La mujer que atiende, doña Nena, me ha vendido algunas de las
prendas que más atesoro. Subir al segundo piso solo es posible agachando bien
la cabeza y cuidándose de no tumbar los tacones que cuelgan de las paredes.
Encaramarse a ese zarzo a escarbar entre trapos no es la imagen idealizada del
shopping de moda, pero no hay mejor lugar en Medellín para encontrar prendas
con historias que contar.
Las tiendas de ropa de segunda de la Minorista no se parecen
a las tiendas de moda tradicionales con estanterías ordenadas y limpieza
fluorescente. No hay vitrinas y a veces no hay ni repisas, en cambio, la ropa
se acumula en grandes montañas que luego se derrumban cuando uno intenta sacar
alguna prenda.
A veces, metiendo las manos entre los estantes repletos de
harapos, se encuentra alguna prenda extraordinaria y entonces se necesita suerte
para que sea de la talla correcta y no esté rota o manchada. Los hallazgos
justifican la aventura: chaquetas de cuero, bolsos de fiesta cubiertos de
lentejuelas, faldas estampadas de flores y blusas de encaje. Además comprar
prendas usadas es una forma de consumo responsable, pues se genera menos
desecho y se reutilizan productos descartados.
Existen en el mundo muchos espacios dedicados a la moda de
segunda. En las calles de Madrid o París se encuentran almacenes de vintage
donde los abrigos de Dior cuelgan apeñuscados con chaquetas Adidas y camisas en
poliéster de la era disco. Algunos almacenes modifican sus piezas para hacerlas
más atractivas. Es así que las chaquetas se cortan como chalecos y los vestidos
pierden sus mangas infladas para seguir
líneas más actuales.
Se ven mercadillos de domingo con toldos de ropa vieja
mezclada con falsificaciones de bolsos costosos y bisutería. Las compras son a
ojo, sin vestidores y ponen a prueba el talento para regatear.
Las tiendas son templos de nostalgia, con armarios antiguos
llenos de trajes con brocados y encajes manuales, con sombreros cubiertos de
plumas y broches de nácar. Tiendas que venden historias, más que prendas
usadas.
Medellín ha comenzado a abrir nuevos espacios para la moda
de segunda. Ya no es solo una tendencia de los prudentes de bolsillo sino de
compradores nostálgicos, hipsters y fashionistas buscando un estilo único. Se
ven nuevas tiendas a las que llegan camafeos de bisabuelas y suéteres de aire
grunge rescatados de almacenes de segunda mano en Estados Unidos. También
locales multi-marca con conceptos “sostenibles” y “ecológicos” en los que joyas
de autor, bicicletas de línea retro y hasta plantas conviven con ropa usada.
El discurso de moda responsable es innecesario, la verdad es
que lo versátil de la oferta de segunda y los precios son argumentos
imbatibles. Si despiertan algún día con espíritu aventurero, los invito a la
Minorista, donde los pasillos están llenos de harapos extraños y tesoros con
historia.
Gran entrada. A veces me encuentro con blogs de moda bastante superficiales, leer este me da un cierto respiro.
ResponderEliminarSaludos :)
muchísimas gracias, Elizabeth. Ese es un gran cumplido :)
EliminarEn Bogotá hay varios lugares donde venden ropa de segunda, uno de esos lugares está en la Cll 24 con K 7ª, en el mercado de pulgas San Alejo. Allá compré hace unos años un saco verde que no había podido encontrar en ninguna tienda, no con el modelo que solo había contemplado en mi cabeza, fue una experiencia hermosa. Lo pregunté, obvio regateé y me lo llevé a casa; le hice alguna que otra modificación con una costurera de confianza cerca a mi casa, y desde entonces es uno de mis sacos favoritos. Vale la pena aventurarse, como dirías tú, a encontrar algún tesoro escondido en las pilas de ropa que algunos consideran deshecho.
ResponderEliminarQué bonito post. :)
qué bonita tu historia, guapa :) gracias por compartirla.
EliminarSí, esa tienda sirvió para mi pregrado en Artes e Historia una cantera de prendas imbuidas de pasado y de cosas que el mundo del teatro local necesitaba. Pero después de pandemia el local se modificó y la doña nunca más.
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