Hace exactamente un mes se publicó en el Guardian un artículo titulado (en inglish) “Porque odio la Moda” de Tanya Gold . El artículo causó controversia y recibió elogios por revelar con bravura lo que otros callaban por miedo: la moda es un monstruo terrible que busca desalmar a las masas y arrebatar la dignidad de las personas que no sienten su valía en equivalencia con la valía de sus prendas de vestir. El artículo también ha tenido enemigos, quienes afirman que la única causante de sus desastrosos encuentros con la moda es la amargada autora del artículo. Sugiero que lo lean, sino mi siguiente cavilación sería incomprensible.
Yo me encuentro en un punto medio, cosa que rara vez sucede y siento que aunque misia Tanya tiene derecho a hacer su catarsis, a poner en tela de juicio los valores que para ella nos revisten a todos los que usamos prendas “de moda”, también hay un extremismo peligroso, y una clara confusión de términos.
La moda es un sistema, un fenómeno, un embrujo, una sombra inevitable que cubre la sociedad y envuelve lo que vestimos, comemos, jugamos, hablamos, amamos y odiamos. El consumismo es una tendencia hacia la compra desaforada asociada con la satisfacción o felicidad personal. Podemos afirmar que moda y consumismo se relacionan, uno apoyándose en el otro para seguir avanzando.
Para estudiosos del tema como Lipovetsky, es esta conexión entre consumismo y moda lo que ha puesto a la última en la negativa mirada de personas como Tanya Gold. El consumismo es mal visto, la prioridad del shopping sobre todo lo demás, la sed insaciable de autodefinición frente a la vitrina de un almacén, la necesidad de llevar “lo que la gente está llevando” solo que mejor llevado, es considerado éticamente inferior, de mentes blandas, de almas perezosas. Sin miedo a sonar hipócrita, estoy de acuerdo. El consumismo como forma de vida, como método de autoconocimiento me parece estúpido y vacío. Pero consumismo y moda NO SON LO MISMO.
La moda finalmente ha sobrepasado las marañas del mercadeo. Vivimos en un momento histórico privilegiado donde no tenemos porque comprar todos en los mismos almacenes como borreguitos sin estilo. Aun en este Medejean del tercer mundo hay quienes visten sin preocupación de lo que diga Martha Cálad en su informe de tendencias . Hay quienes hacen su propia ropita, quienes reciclan maravillas del closet de la tía setentuda o compran leñadoras muy grunge en la minorista (nada más honestamente grunge que la “ropa de muerto”). Eso también está envuelto en moda, y la autoconciencia no se ha perdido por la sensación maravillosa de una prenda que nos hace sentir bellos, interesantes, cómodos y diferentes.
El problema real es tomarse las cosas muy en serio. Asumir que es culpa de LA MODA que a una persona la discriminen por tener unos kilos de más o que alguien piense que tiene que vestir de cierta manera para hallar con quien aparearse, es ir demasiado lejos. La moda no es una institución oscura como en “Zoolander” que mueve los hilos del mundo solo para vender más calzoncillos. No es uno de los peores males del universo (así me divierta pensar que Anna Wintour debería tener una Estrella de la Muerte).
Si vas a un almacén de moda, buscando encontrarte a ti mismo, el problema no es el almacén sino tu propia falta de criterio. Si esperas que después de comprar unos hermosos zapatos significativamente costosos, los zapatos te hablen y digan que te ves hermosa con ellos, que valió la pena la compra, estas poniendo tu confianza en el lugar equivocado. Hay que saber diferenciar entre la moda, el consumismo y el estilo, especialmente cuando escribes un artículo lleno de resentimiento y los culpas por tus propias inseguridades adolescentes.
Qué ironía que misia Tanya no se ha dado cuenta que ser anti moda es sucumbir al sistema también. Todos conocemos a esos intelectuales que se enorgullecen de vivir por fuera de la moda simplemente porque compran sus jeans en el Éxito sin fijarse más que en la talla. Irónicamente, la peste del esnobismo entre los intelectuales “anti moda”, es igual de detestable que el hedor de los esnobistas del mundo de la moda. Qué bueno que tengan en común el desprecio que sienten los unos por los otros. Es bonito cuando la falsa idea de superioridad une a dos enemigos naturales para nuestro entretenimiento.
Los discursos sobre la superioridad moral anti moda me recuerdan al discurso de Miranda Priestly en “The Devil wears Prada”. Hasta el jean del Éxito es parte del sistema, diseñado para ser genérico y cómodo para las masas. Eso es moda también. Es inevitable, la moda abrió la boca y nos tragó a todos enteros. O los que tragamos entero fuimos nosotros?
La verdad es que si una persona se aguanta el sufrimiento de tacones de 10 cm es su propia voluntad. Si deja de comer un mes para ahorrar por una chaqueta, no fue por un murmullo de la moda en su oído, fue por su propia falta de sentido vital. Sea imbécil o inteligente, feliz o vacía, no es culpa de la moda, es su propia voluntad. Si Tanya escogió sentirse infeliz porque no se adapta al standard de Harvey Nichols, alguien debería recordarle que precisamente la tiránica moda aplaude la búsqueda de la diferencia y es por eso que hay tiendas para todos los gustos. Su problema es conformarse, creer que la moda es una dictadura y no un abanico de posiblidades que se renueva cada segundo.
La moda no hipnotiza a nadie, si ese fuera el caso, TODOS estaríamos en los huesos y vestidos de negro de cabeza a pies.
Yo conozco el susurro que hacen las páginas de Vogue cuando las pasas…casi suena con claridad el mensaje “todas somos hermosas!... pero las flacas, bonitas, millonarias y amigas de gente famosa son un poquito más hermosas que el resto!...” Un canto de sirena, para seducirnos hasta hacernos estrellar contra el espejo mientras odiamos nuestro cuerpo imperfecto, nuestra ropa barata…
Aun así, yo no le escupo a la Vogue, simplemente no me la tomo tan en serio.
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