*Escrito para la nueva publicación digital OCTO Magazine.
‘Revolución’ es una palabra que se ha usado muchas veces para contar la
historia de Colombia, aunque nunca en términos de moda. En tantas décadas de
agitación interna no se ha moldeado un estilo vestimentario que haya cambiado
profundamente la estética nacional.
Hablar de moda en Colombia hoy es reseñar el aumento de la popularidad
de los jeans sin bolsillos y alabar a las marcas exclusivas que logran una
sensación de pasarela internacional. El contraste entre masivo y exclusivo, percibidos
como extremos opuestos de estilo y gusto, es especialmente fuerte en ciudades
como Medellín o Bogotá.
El “buen gusto” y “mal gusto” son los débiles argumentos detrás de estos
juicios radicales, olvidando que son ideas relativas y no verdades absolutas. Nuestro
“buen gusto” estudió en el extranjero y solo se mueve en espacios refinados. Lo
retratan las selectas páginas sociales de las revistas que terminan en la sala de
espera del odontólogo. Es un gusto que no se atreve a nada hasta ser validado
por las tendencias globales. Es un gusto ciego a su propio elitismo y sostenido
por valores obsoletos.
Por años se amenazó desde las instituciones con la llegada de una
competencia global y nuestra industria de moda se llenó de incertidumbre.
Empresarios y diseñadores colombianos se entrenaron para leer las mismas
tendencias seguidas por las marcas de pronta moda, algunos incluso han
procurado seguir el mismo sistema de producción made in China. Aspiramos a una moda con nivel de primer mundo, con
todo y sus pecados.
Daisy Fellowes |
“La buena moda es una moda osada, no una moda cortés”, decía la icónica
–y osada- editora de Harper’s Bazaar, Daisy Fellowes. En Colombia cuesta mucho
ser osados; nos hemos acostumbrado a recibir instrucciones sobre lo que debemos
opinar. No es solo la palabra de medios y revistas, sino también el prejuicio
de quienes nos rodean, es el “qué dirán”.
Lo que nos ha faltado en esa ensoñación de moda cosmopolita es la
apertura estética para recibir lo diferente. Las capitales de la moda no llegan
a serlo sin la tolerancia y la celebración de lo diverso, porque es ahí donde
nace la vanguardia.
Japón es un paraíso de modas osadas. Con una mirada abierta a estéticas diferentes, los japoneses pueden cultivar un estilo personal verdaderamente auténtico. |
Hace falta una revolución contra el “buen gusto” y su discurso
limitante. Es necesario perturbar el criterio propio y darle voz al gusto
personal. La moda nacional necesita la
osadía de Daisy Fellowes, porque las revoluciones agitan y alborotan, hasta
indignan, antes de ganarse el derecho de transformar las ideas.
Coco Chanel, 1930. |
Mujeres atacan a usuaria del "New Look" de Dior (1947) |
Ignoramos que en las grandes urbes donde nace nuestra idea de “buen
gusto” queda el rastro de agitaciones legendarias. Olvidamos que la sencillez
de Chanel en algún momento fue muy ordinaria para las damas elegantes y que
Dior atentó contra políticas austeras de la posguerra con los excesos de tela
que envolvían sus vestidos de New Look.
Incluso el pantalón femenino nació de un espíritu revolucionario y las primeras
mujeres en usarlo en Europa y Estados Unidos llegaron a ser señaladas -¡Hasta apedreadas!-
por su estilo personal.
Bloomers, 1895. El inicio del pantalón femenino. Más en Sobre mujeres que vestían pantalones. |
Tal parece que la moda en Colombia está pidiendo una insurrección. Hacen
falta armarios desobedientes y el escándalo de atuendos explosivos en las
calles. Requerimos diseñadores con manifiestos subversivos que le declaren la
guerra a lo convencional y que acaben con la moda cortés. Necesitamos valientes
para unirse a la revolución defendiendo su derecho al gusto propio, osados con
atuendos que trastornen al público disciplinado.
Me encanta la idea. Guardarropas desafiantes, looks que te guiñan el ojo cuando atrapas tu reflejo caminando por la calle, la sutil revolución de ser visualmente 'incorrecto' -pero inconfundible e inolvidable. Sólo queda esperar que esta revolución del vestir sea coherente con una concepción más abierta de cómo debe verse el cuerpo: que estas nuevas formas de vestir que reflejan la individualidad no sean dominio exclusivo de la delgadez, la blancura y la juventud; que como cultura, dejemos la obsolescencia, la mezquindad confinante del "ella no tiene cuerpo para usar esa pinta" o "este está muy viejo para vestirse así".
ResponderEliminarCompletamente de acuerdo! paea una verdadera revolución vestimentaria se necesita una apertura muy grande a la diversidad corporal. Tenemos que ir más allá de limitantes como delgadez o blancura o juventud para poder encontrar estilos personales auténticos. Muchas gracias por tu atinado aporte.
Eliminares un buen concepto, pero requiere de mucho tiempo y esfuerzo a que la gente se acostumbre a ello (sobre todo tiempo), pero es algo muy viable y necesario
ResponderEliminarMe encanta leerla, además de estar completamente de acuerdo con su postura. Es cierto que nos falta mucha osadía en las calles, no se trata solo de heredar las propuestas de las grandes casas en sus colecciones, en tendencias o el arrastre del fast fashion de marcas que abarrotan el mercado sino de apropiarse de ellas desde la individualidad de la forma y estilo personal, más que copiar las vitrinas, el ejercicio de alimentarse de la información cultural (sea del tipo que cada quién prefiera, sin estigmatizarla por la falta de bolsillos en el jean por ejemplo) podría ser más enriquecedor que la postura esnobista de "tener buen gusto".
ResponderEliminargracias por leerlo, Natalia!
EliminarComo dices, es un ejercicio más enriquecedor ese camino hacia el estilo personal que estar intentando imitar una moda que cambia todo el tiempo. Saludos!